La Cultura Huari
La cultura Huari o Wari fue una civilización andina que floreció en el centro de los Andes aproximadamente desde el siglo VII hasta el XI d.C. Su principal actividad era de carácter militar. Es, junto al Imperio incaico, una de los dos únicas culturas consideradas «imperiales» aparecidas en el hemisferio sur. Combatieron a lo largo y ancho del territorio peruano, conquistando los diversos señoríos de su tiempo.
Ubicación Geográfica
llegando a expandirse hasta los actuales departamentos peruanos de Lambayeque por el norte, Moquegua por el sur y hasta la selva del departamento del Cusco por el este.
La ciudad más grande asociada con esta cultura es Huari, que se encuentra ubicada unos 20 kilómetros al noroeste de la actual ciudad de Ayacucho. Esta ciudad fue centro de un imperio que cubría la mayor parte de la sierra y la costa del Perú.
La Organización Social
La cultura Huari creó instituciones administrativas, ademas de guardar una estructura jerárquica en los centros que fundaron. Contaron con almacenes, talleres artesanales y centros habitacionales. Todo ello dentro de una organización basada en la reciprocidad con las poblaciones que asimilaron. Por eso el estado de la cultura Huari organizaba fiestas y agasajos que más tarde le permitían obtener las prestaciones de trabajo. Asimismo en tan complejo imperio, fue necesario crear un método para la contabilidad y control. Los hallazgos arqueológicos han demostrado que los habitantes de la cultura Huari ya utilizaban un tipo de quipu y que desarrollaron una red de caminos que conectaban la capital con los centros regionales.
Urbanismo
Esta cultura introdujo nociones y patrones novedosos en la formación de las ciudades en los Andes. La concepción centralista permitía controlar a la población y el cumplimiento de sus actividades. Los centros estaban organizados en función de un eje norte-sur y eran construidos cerca de caminos principales que formaban toda una red vial. Solo la elite residía en las ciudades; la gente común acudía únicamente para cumplir con sus tareas o participar en las ceremonias religiosas y vivían en las zonas rurales aledañas.
Entre los principales centros administrativos de la cultura Huari encontramos, cerca de Cusco, la capital provincial de Piquillacta, que tuvo murallas de hasta 12 metros de altura y que ocupó un área de casi dos kilómetros cuadrados. Casos similares encontramos en Moquegua con Cerro Baúl y en las serranías de Lima y en el Callejón de Huaylas, donde están Huaricoto y Huilcahuaín, respectivamente.
La ciudad Huari, capital de la cultura, estuvo ubicada al noreste de Ayacucho. El área urbana ocupaba entre 1000 y 1500 hectáreas. En el área central se ubicaban grandes terrazas y recintos amurallados con edificios interiores.
La Cerámica
Según las evidencias, la cerámica de la cultura Huari estuvo marcada por diferentes influencias. Los investigadores, en función de la época y el lugar en que se desarrolló y las características que presenta, han dividido la cerámica de la cultura Huari en diversas fases o estilos, entre los que destacan Chaquipampa, Conchopata y Robles Moqo. Los habitantes de la cultura Wari fabricaron cerámica fina que estuvo orientada al uso de la élite, además de servir para la difusión de las ideas religiosas. También hicieron otra de uso domestico.
La Textilería
El arte textil de la cultura Huari alcanzó un alto grado de desarrollo. Elaboraron tejidos teniendo como materia prima el algodón, la lana de alpaca y de vicuña. Los tejidos que fabricaron sirvieron tanto para la indumentaria como para los rituales funerarios. Su especialidad fueron los tapices, en los que representaron a seres míticos de su religión, así como motivos con serpientes, felinos y aves. Los tejidos se caracterizaron por un gran despliegue cromático. Predominaron el rojo, azul brillante, amarillo, dorado y el blanco. Además de los tapices, elaboraron fajas, bolsos, los uncos o camisones sin mangas.
La Religión
La religión de la cultura Huari fue el resultado del sincretismo de divinidades locales, especialmente de Ayacucho, Nasca y Pachacamac. Lograron expandir el culto al Dios de las Varas (una variante local, distinta de la versión Tiahuanaco). De acuerdo con las investigaciones, la difusión del culto de la cultura Huari sirvió como elemento de expansión territorial y cultural.
La Economía
Dado el carácter imperial de este Estado, su política económica se orientó, a explotar a los pueblos colonizados. El arqueólogo Luis Guillermo Lumbreras, refiriéndose a este aspecto señala: «La política de los ayacuchanos parece haber estado orientada a obtener el máximo de utilidades agropecuarias, en los valles colonizados, tanto en la sierra como en la costa. Aprovechando la experiencia agraria local, así como la de todos los territorios conquistados, se desarrolló un programa hidráulico de vasto alcance, habilitando nuevas tierras en cada valle y racionalizando la siembra y la cosecha. La construcción de canales, reservorios de agua y otros servicios agrarios, fueron también utilizados para el mantenimiento urbano, el que además fue complementado con caminos a lo largo del Imperio».
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