La Leyenda de los Hermanos Ayar
Uno de los temas más apasionantes del Imperio Incaico es su fundación, la misma que por no existir documentos escritos, ha generado especulaciones de todo tipo, sin embargo, existen tradiciones orales que fueron recopilados por cronistas españoles. Uno de los cronistas cuya obra se hallaba perdida por más de 400 años es el de Juan de Betanzos, quien obtuvo información de fuente directa de los grandes amautas. La narración de hechos y tradiciones incas de Juan de Betanzos fueron publicados por primera vez en 1987 «Suma y Narración de los Incas», y en ella se encuentra la famosa Leyenda de los Hermanos Ayar, que explica la fundación del Cusco, capital del imperio Inca.
Cuenta la leyenda que hace muchos siglos un gran diluvio asoló e inundó el mundo, y que una vez finalizaron las lluvias las primeras personas en abandonar su refugio fueron cuatro hermanos y sus cuatro esposas, que habitaban en el monte Tamputoco. Sus nombres eran Ayar Manco y su esposa Mama Ocllo, Ayar Uchu y su esposa Mama Rahua, Ayar Cachi y su mujer Mama Cora y Ayar Auca y su amada Mama Huaco.
Cuando los cuatro hermanos contemplaron el lamentable estado en que había quedado el mundo, el mal estado de las tierras así como la pobreza de la gente que había sobrevivido al gran diluvio, tomaron la decisión de marchar hacia el Sur, en busca de tierras más fértiles, y partieron junto a miembros de diez Ayllus (organización inca que agrupaba diez familias).
El más fuerte de los hermanos era Ayar Cachi, quien tenía una honda de oro con la que tiraba piedras que llegaban hasta las nubes. Durante el viaje Ayar Cachi dio muestras de su gran fuerza y vehemencia, entrando en conflicto varias veces con sus hermanos. Envidiosos y temerosos de su gran fuerza, sus hermanos decidieron librarse de él enviándole a buscar comida a las cuevas de Pacarina. Una vez que Ayar Cachi entró en la cueva, sus hermanos cerraron la entrada con una gran roca y quedó atrapado por siempre. Sus gritos de rabia y desesperación eran tan poderosos que podían romper montañas y hacer temblar la tierra y los cielos.
El resto de los hermanos continuaron con su viaje hacia el Sur, llegando al monte Huanacaure, donde se encontraron con una efigie de piedra a la que los nativos idolatraban. Con poco acierto, Ayar Auca trató de saltar sobre el ídolo de piedra a modo de desafío, pero en la mitad del salto quedó convertido en piedra y pasó a formar parte de la pétrea escultura.
Los dos hermanos restantes siguieron su camino con pesar, hasta que Ayar Uchu decidió explorar una zona cercana al camino y para su sorpresa de pronto se vio dotado de unas grandes alas, con las que voló hacia la pampa del Sol, pero apenas se posó en este lugar, su cuerpo quedó también convertido en roca.
Ayar Manco, el último de los hermanos siguió caminando hasta por fin alcanzar un lugar adecuado para vivir junto con sus hermanas, el valle del Cusco, donde clavó su bastón dorado, concedido por el dios Sol. En el mismo lugar donde su bastón horadó la tierra nació la ciudad de Cusco, la cual fue erigida en honor a los dioses Inti y Wiracocha.
Interpretación de la Leyenda
Estos hechos son interpretados como la conquista del valle del Cusco por tribus quechuas. Los cuatro hermanos, al decir del mismo Dr. Valcárcel, representan a cuatro tribus: los Mara, los Tampus, los Mascas y los Chilkes, que procedentes del sur del valle de Apurimac ocuparon lo que más tarde sería la capital del imperio, el Cusco. De la lucha entablada entre estas cuatro tribus, la de los Mascas, que era la más aguerrida y estaba capitaneada por Ayar Manco, habría vencido a todas las demás, constituyéndose de esa manera, en el fundador de lo que después sería la dinastía de los incas: el imperio incaico.
Esta leyenda unida a otras versiones recogidas por cronistas españoles y/o criollos lo que hace es ratificar que los pueblos quechuas vinieron del sur, que eran agricultores y conocían la orfebrería del oro y poseían una gran tecnología constructiva.