El Mito de Achkay
Era época de hambruna, no había consecha. Había un hombre que se quedó viudo y que tenía dos niños, un varoncito y una mujercita. Luego ese hombre se casó con otra mujer, esta mujer no era buena, era muy miserable.
Un día, los niños le dijeron: “Mamá, tenemos hambre”. La madrasta les contesta: “No hay nada. Ya duérmanse”. Entonces los niñitos se duermen. El esposo estaba con su mujer. La esposa llamó a su esposo: “¡Ven! ¡Levántate! Hay un poco de maíz. Lo tostaremos para nuestra cancha”. Entonces las criaturas escuchan. Las criaturas al escucharla dicen: “Mamá, danos también a nosotros”. La madrastra se molestó muchísimo: “¡Esos hijos tuyos son ociosos, no quiero ni verlos! ¡Anda bótalos al río o adonde sea!” Entonces el hombre, por amor a su esposa, puso a sus dos hijos en un costal y los bota por un precipicio.
Habiéndolos botado en las plantas garra de león, se quedaron atrapados dentro del costal. De allí no podían bajar ni subir. Entonces, amanece. Al amanecer llaman: “Tío Cóndor, sácanos de aquí". Entonces el cóndor llega, rompe el costal, saca a los niños, los lleva sobre el hombro y los deja en medio una pampa de papas que están floreciendo y se va.
Luego los niños se dicen "No tenemos fuego, ¿Cómo vamos a comer estas papas?". Entonces vieron el humo que salía de un ranchito. Diciendo “De allí conseguiré fuego, aunque sea solo para asar la papa”, la niña fue. Cuando llegó, la Achkay (que era una bruja malvada) le preguntó: “¿Viniste solita?” “No, con mi hermano” dijo. “Lo he dejado allí donde está la papa”. “Entonces por favor vengan con sus papas. Acá cocinaremos para que estemos bien. Trae a tu hermano. Por favor vengan con sus papas” dijo.
Y por fin los niños fueron con sus papas a donde estaba la bruja. Entonces la bruja sancochó las papas solo para ella y su hija. Y sancochó piedras del río para los niños. “Pero tía, no se pueden pelar estas” dijeron los niños. Entonces la bruja dijo “Pero así se pelan” y de veras pelaba las papas de los niños, papas redondas y hervidas que eran de los niños.
Entonces haciéndose de noche se acostaron. “Voy a dormir con tu hermano en mi cuarto” dijo la bruja. En ese momento, la hija de la bruja durmió con la niña en una habitación aparte. Cuando estaban muy dormidos el niño decía “¡Ay! ¡Qué calor!” “¿Qué le haces a mi hermano, tía?” preguntó la niña. “Estoy sacando las liendres de su cabeza” dijo la bruja. Entonces de allí otra vez se quejó el niño “¡Ay! ¡Qué calor!” Otra vez la hermana pregunta a la vieja: “Tía, ¿qué le estás haciendo a mi hermano? “En la cabeza de tu hermano hay muchas liendres. Por eso se queja". Diciendo esto, el niño murió. Ya no siente más. En una olla estaba hirviendo. Después, cuando ya había comido totalmente al niño, amaneció.
Entonces la bruja y su hija, poniendo la tinaja al fuego, conversaron diciendo: “Para que comamos todavía está su hermana. Llenen tú y la niña una olla con agua para hervir. Luego ustedes van a gritar por allá ¿A ver quién o cuál de nosotras es la más ligera? ¡Agachémonos! vas a decir. Si ella se agacha, rápido la tiras a la olla”. Y la niña había escuchado, por casualidad, todo.
Cuando estaban las dos solas. La hija de la bruja dijo “¡Qué lindo! ¡Qué bellas flores hay en esta olla! Ven tú también para verlas” exigía (diciendo estas y otras cosas semejantes). “A ver, tú primero” dijo la niña y la empujó adentro. Después de haberla empujado, la niña se fue llevando los huesos de su hermano.
Llegando allí, la bruja abre la olla y la carne ya está bien cocida. Muy contenta, la bruja empieza a comer. Cuando está satisfecha, la bruja busca a su hija y no la encuentra. Llama y llama. De repente su hija contesta desde dentro de su estómago. Dándose cuenta dijo: “¡Me hizo comer a mi propia hija!” Entonces la bruja piensa: “Ahora sí dondequiera que la encuentre, me las va a pagar. Con tu vida me las va a pagar”. Y empezó a perseguir a la niña.
La niña llegó donde un zorrillo escarbaba un hueco. La niña dijo al zorrillo: “Escóndeme tío en el hueco, por favor”. Al rato la bruja llegó y le preguntó al zorrillo: “Zorrillo poto sucio, te preguntaré “¿Has visto a mi hija?”. El zorrillo contesta: “No la he visto”. La vieja lo riñó diciendo: “¿Para qué sirves?” Cuando le dijo así, el zorrillo la orinó en sus ojos. Mientras que la bruja se sobaba los ojos, otra vez la niña se escapó.
Después de viajar muchos días, la niña llega a un sitio donde estaba el cóndor. Y la niña cuenta al cóndor: “Así me ha sucedido”. Y le muestra los restos de su hermano. Ruega al cóndor: “Escóndeme, por favor, debajo de tus alas. La bruja me persigue”. Bueno, te esconderé”, dice el cóndor. Apenas la esconde cuando la bruja llega preguntando: “Tío, dime, por favor, ¿por si acaso ha pasado por aquí una niña llevando mi manta roja?”. El cóndor dice: “No la he visto”. Cuando ella dice: “Tío, quisiera buscar debajo de tus alas, por favor. El cóndor dice: “Bueno”. Cuando ella estaba a punto de levantar su ala, el cóndor le dio un aletazo, y la bruja cayó revolcándose en el suelo. Mientras tanto la niña salió y se fue corriendo.
Después de viajar muchos días llega donde un viejo que está cultivando. Entonces la niña le cuenta: “Así me ha sucedido” y le ruega “Escóndeme en tu cultivo”. Aquel viejo dice a la niña: “Mira que atrás de ese cerro hay un manantial de sangre. Tocando la sangre, debes pedir por ayuda. Allí, desde el cielo te van a soltar una soga para que subas. La pobre niña se fue a ese cerro.
Entonces una soga se descolgó desde el cielo para la niña. Ella se agarró rápidamente de la soga. Inmediatamente, la soga comenzó a ascender con la niña. La vieja corrió a la soga y también logró asirse del extremo. Entonces la soga ascendía con la niña y la vieja. La vieja comenzó a trepar más rápido por la soga para atrapar a la niña. Por su parte ella también subía más para no ser atrapada. Pero se cansó y no pudo subir más y sacando un ratón que tenía en su bolsillo lo puso en la soga, muy cerca a sus pies. Entonces el ratón empezó a morder la soga, y cuando la vieja ya estaba por tomarla de los pies, el ratón logró romperla completamente. Por lo cual la achkay cayó desde lo alto dando un fuerte alarido.
Los restos del cuerpo de la bruja malvada volaron en todas las direcciones; de ellos nacieron muchas pequeñas plantas silvestres y cultivadas que aún hoy crecen en la tierra de los Conchucos. De las piernas y de los brazos salieron los cactus, de las uñas las ciruelas, de los pelos las ortigas, de los ojos las patatas, de los dientes el maíz, de los dedos la mashwa.
Y la pequeña, sin embargo, alcanzó el cielo llevando siempre consigo los restos de su hermano. Allí, él se transformó en Achachi Ururí (la estrella de la mañana). La niña se convirtió sin embargo en Apachi Ururí (la estrella de la noche). Desde entonces estos astros son la guía de viajeros, pastores y agricultores.